¿Por qué debemos ser fuertes?

El teléfono suena. Es una llamada inusual pero no contestas porque estás ocupado y decides devolver la llamada tiempo después. Con la curiosidad siendo un factor fuerte decides llamar y te dan esa noticia que no quieres escuchar. Siempre he dicho que las peores situaciones o las malas noticias vienen cuando no te las esperas, cuando estas pensando que todo va bien, pero de un momento a otro esa “estabilidad” se ve amenazada por una fuerte tormenta que promete ser como aquella a la que nunca te has querido ni pensando enfrentar.
Está de más decir que los problemas son parte de nuestra vida, seas o no seas hijo de Dios los problemas van a venir porque vivimos en un mundo que es así. Las cosas pasan y en la mayoría de los casos no tienen un ¿Por qué? Pero no es en todos los casos. Yo creo que en cada circunstancia adversa que vivimos podemos sacar lo mejor de nosotros, podemos ver de qué estamos hechos y podemos conocernos de una mejor manera y no debemos olvidar que Dios toma esas circunstancias negativas y convertirlas en algo que nos ayude.
Jesús dice: El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Lucas 6:45 RV1960
Jesús estaba explicando que lo que contamina al hombre no es lo que entra sino lo que sale de su boca, pero hace una referencia interesante donde nos muestra que nuestra interioridad (alma y espíritu) juegan un papel importante en nuestra vida. Que la exterioridad de nuestra vida es un reflejo de lo que está en nuestro interior. Hay veces que quisiéramos reaccionar diferente ante esas situaciones y ser fuertes. Sacar fortaleza en donde no pareciera y no la encontramos. Otras veces sin pensar que tenemos una fuerza interna la sacamos y no sabemos de donde viene. Ante esas dos circunstancias debemos tener en claro que nuestra fortaleza proviene de Dios, pero también de lo que hay en nuestro interior.

Hace unas semanas pasé por un momento complicado, como el que describí al principio. Toda mi estabilidad y mi rutina se vieron afectadas fuertemente por la desesperación y la impotencia de lo que me estaba enfrentando. En ese momento fingí fortaleza, pero solo fue una mascara que mas adelante se disiparía por la impotencia. Hace tiempo escribí que el lado positivo del desánimo es que puedes refugiarte en el Señor y que las circunstancias adversas lejos de llevarte por un mal desenlace te atraen a Dios y encontrar descanso en Su Presencia. Así como en los Salmos se describe:
Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que solo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle.
Salmos 84:5-6 NVI
Y esta vez para mi no fue así, quise hacerme el fuerte al principio y tener orgullo, pero la impotencia a la que me enfrentaba me doblego a arrodillarme y poner mi confianza en Dios.
Muchas veces el querernos hacer fuertes simplemente es el principio de un quebrantamiento aun mas profundo en nuestra vida. Creemos que la mascara de fuerza externa nos salvaran, pero muy dentro de nosotros sabemos que necesitamos desesperadamente a Dios. ¿Por qué pues hacernos los fuertes? Para que Dios pueda quebrar esos escudos de bronce y dejar que ese quebrantamiento interno produzca en nosotros un arrepentimiento genuino y un recordatorio que nosotros somos los necesitados y los débiles y que Dios es el fuerte y el poderoso. Cuando llegamos a ese punto entonces Dios toma el control y pelea por nosotros.
Cuando pasamos de ese quebrantamiento y comenzamos a vivir con un corazón quebrantado entonces Dios ya puede empezar a trabajar en nosotros y Su Santo Espíritu nos renueva por dentro solo así ya podemos sacar de nuestro interior cosas buenas como la confianza y serenidad ante las circunstancias, pero más que eso la fe de que Dios tiene el control y que nada de lo que pase esta fuera de las manos de Dios.

¿Por qué debemos ser fuertes? No estoy diciendo que este mal, está bien ser fuertes, pero ante Dios solo debe de ser el principio de un quebrantamiento que nos lleva a encontrar refugio bajo sus alas.
El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. El te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.
Salmos 91:1-4 RV1960-
