«Jesús: la resurrección y la vida»

Me ha pasado muchas veces que al leer versículos en los cuales los discípulos hablaban de la sangre de Jesús y su sacrificio en la cruz, somos perdonados y lavados nuestros pecados. Tenemos nueva vida en Él y no muerte a causa del pecado. Lo leía y me gustaba el hecho de que fuera así, pero no lo vivía en carne propia.
Yo no nací siendo cristiana, me converti en mi adolescencia y si bien acepte a Jesús como mi Señor y Salvador, vivía mi vida en comunión, Él había perdonado mis pecados, pero yo realmente no vivia ese Jesús que murió por mi en esa cruz. Lo empecé a experimentar después de haberme alejado de Dios, no de la iglesia porque seguía yendo, pero mi corazón no estaba con Dios, estaba en el pecado y cuando por problemas y circunstancias difíciles como el divorcio de mis padres y que mi hermana mayor se fuera de casa, había algo en mi que había cambiado, mi corazón se endureció, era indiferente al dolor de otros y me di cuenta que mi vida estaba vacia, que ya no sabia ni qué hacia.
Ahí me replantee volver a Dios y cuando lo hice pude experimentar el amor y la misericordia de Jesús. Llegue a dejar mi orgullo en el altar y decir que no merecía su amor, Él me miró y me dijo: «volvería a morir en esa cruz por vos solo para que sepas cuanto te amo». Mi corazón se quebrantó y acepté ese amor incondicional y eterno. Fue un proceso, pero su amor sanó mis heridas, me dio vida eterna.
Y ahora puedo decir: Jesús murió por mí y no hay mayor demostración de amor que esa.
«Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente». Juan 11:25-26
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