De vuelta al taller del maestro

Sabia que me arrepentía pero no lo había notado tan fuerte hasta que vi las manos de un señor, muy MUY parecidas a las de mi abuelo, y fue cuando al fin pude llorar bien y hablarlo con otras personas.
Mi abuelo había fallecido ya hace dos años cuando me di cuenta que el arrepentimiento no había sanado en mi corazón.
Una tarde, todos estabamos en casa, él vivía a casi tres horas de donde vivíamos así que hablábamos por teléfono, pero esa tarde por alguna razón, cuando dijeron si alguien mas le iba a hablar, yo no lo hice. Y un día después, falleció. No podía ni pensarlo bien porque el arrepentimiento en mi corazón era fuerte, cuando falleció y viajamos no lloré, de hecho no lloré mucho en general, y sé que cada quien vive las experiencias de forma diferente, pero yo siempre he llorado cuando algo duele, y es que mi abuelita había fallecido también y yo además de una enorme tristeza, me arrepentía.
Me arrepentía de no haber viajado más para visitarlos, me arrepentía de haber perdido unas pequeñas tijeras que mi abuelo me regaló en el momento en que le había dicho que me gustaban, me arrepentía de no haber atendido el teléfono aquella tarde, y se hacía mas grande cuando todos tenían historias que contar sobre ellos y yo no.
Pero fue ese día en que vi las manos de ese señor después de dos años que me di cuenta realmente de lo mucho que pesaba, y de lo mucho que no había sanado, fui a mi escondite, a mi refugio, a mi lugar seguro, con mi papá. Y le dije que dolía, que me arrepentía de todo y que no sabía cómo hacer para que dejara de doler, así que le entregué mi corazón, y le dije que lo reparara, porque yo misma lo había quebrado, y mi Dios, lo hizo con perfecto amor. Había escuchado mucho que el tiempo sana pero no es cierto, lo que en realidad sana es darle lo que duele a Dios, porque con mente humana, y actos humanos no se sana lo que Dios mismo creó, nuestros corazones.

Además de todo lo que Dios me ha hecho crecer, también aprendí que para no arrepentirse de nada después, lo mejor que uno puede ser es ser una persona agradecida con Dios, por todas las personas que pone en nuestra vida, por lo que vivimos y por lo que somos.
Tal vez no contesté el teléfono esa tarde, pero tuve la oportunidad de hablar varias veces con él, tal vez no los visité cada fin de semana, pero pasé muchos buenos momentos con ellos, y tal vez no tenga tantas historias que contar, pero las que tengo son suficientes, porque Dios me permitió conocerlos y ser su nieta.
Dios nos conoce mejor que nosotros mismos, y es Él único que puede arreglar lo que está roto dentro de nosotros, si nosotros lo dejamos y le damos nuestro corazón.
Dichosos los que están tristes, pues Dios les dará consuelo.
Mateo 5:4
Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma. Señor , líbrame de mis enemigos, porque en ti busco refugio. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos.
TuSalmo 143:8-10