Cuando ya no puedes más

Quiero comenzar compartiendo con ustedes un testimonio muy personal.

Desde el año pasado he estado luchando con la oración. Y, cuando hablo de luchar no me refiero a la lucha normal que tenemos con nuestra carne que no quiere o no siente orar en determinados momentos. Ha sido algo más que eso.

Todo comenzó cuando inicié mi primer trabajo a tiempo completo. Para mí significaba algo nuevo y emocionante, pero a la vez, un gran cambio. Todo mi estilo de vida, cómo me organizaba y demás se tuvo que ir ajustando.

Al principio fue muy difícil adaptarme. En ese proceso de adaptación empecé a envolverme en lo que la Biblia describe como ‘‘afanes de la vida’’. Y, aunque era parte del proceso ante algo nuevo, poco a poco me fui envolviendo en ello de manera que mi mente se distraía fácilmente.

Cuando intentaba orar no me concentraba o no sabía qué decir. Cuando leía la Biblia, no comprendía lo que Dios quería hablarme ni retenía la palabra durante el día. Era muy difícil y frustrante. Por más que lo intentaba, mi mente no me dejaba.

En momentos de cambios (transición) en nuestras vidas, Satanás aprovecha
nuestra vulnerabilidad para atacarnos y desviarnos del propósito de Dios.

Les cuento, yo suelo ser una persona que durante todo su día se mantiene
hablando con Dios y hasta en los pequeños detalles escucha a Dios hablar o lo veía obrar. Pero, esto ya no estaba ocurriendo. Yo no entendía lo que me pasaba y no podía avanzar.

YA NO PODÍA MÁS.

Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

Marcos 4:19

Con lágrimas en mi rostro y con un corazón angustiado clamaba a Dios por su ayuda para que me librara de todo esto que me impedía buscarle. Nunca dejé de clamar.

Tal vez, al igual que yo has sentido que tu tiempo con Dios no es el mismo. Tal vez los afanes de esta vida, la ansiedad o el estrés te están impidiendo reconocer Su voz y descansar en Su presencia. Pero, NO DEJES DE CLAMAR. Aunque lo único que hagas sea eso. Aunque lo único que te salga sea una canción de tu playlist en Youtube o Spotify: NO PARES.

Dios está ahí en ese momento oscuro y difícil. Su ayuda viene de camino.

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en
las tribulaciones. Salmos 46: 1

Una de las respuestas a ese clamor fue el asistir a un campamento de mujeres en mi Iglesia. Mi única petición era que Dios hiciera algún cambio en mi mente, que alguien
me ayudara y orara por mi mente porque el ataque era muy fuerte.

Hay cosas que depende de nosotros, de decisiones que debemos hacer, pero hay momentos en los que no podemos solos y necesitamos buscar ayuda.

A veces, creemos que en nuestras propias fuerzas lo podemos lograr. Pero, por algo Dios nos ha puesto en comunidad con hermanos en la fe que están al servicio nuestro para ayudarnos, animarnos, orar por nosotros.

Recuerdo que una de las noches del campamento mientras la predicadora
oraba, yo luchaba por concentrarme. Sentía una opresión en mi mente. Había una batalla que estaba siendo librada. Había espíritus que estaban atacando mi mente para que no avanzara ni creciera en mi relación con Dios.

Pero, Dios me fortaleció grandemente, oraron por mí y la situación mejoró
aunque seguía teniendo luchas. Por lo menos, ya entendía lo que me pasaba y pude seguir avanzando en mi relación íntima con el Señor.

Dios está en el valle y en la montaña, en nuestra tristeza y alegría, en el
fracaso y la victoria. El nunca deja de estar presente. Incluso, Jesús nos
entiende. Sí, Él te entiende.

Uno de mis pasajes favoritos es cuando Jesús estaba en el Getsemaní. Uno de los momentos donde más vulnerable se mostró. Estaba a punto de ser ejecutado, traicionado y llevado a la Cruz por nuestros pecados.

Jesús era Dios, pero también fue un hombre de carne y hueso aunque sin
pecado. Él experimentó una lucha interna al igual que nos ha pasado a
nosotros. Pero, su actitud es digna de imitar.

Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos
aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro,
orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Mateo 26: 38-39

Jesús clamó. Y no lo hizo una vez, lo hizo tres veces. Hasta que fue
fortalecido para hacer la voluntad de Dios.

Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Lucas 22: 44

Mi exhortación es que: aunque no puedas más, no dejes de clamar. Ora
hasta que seas fortalecido. Ora hasta que llegue ayuda del cielo y puedas seguir haciendo la voluntad de Dios.

Te dejo el link de una alabanza. Espero sea de fortaleza a tu vida.

Comparte
Imagen por defecto
Patricia Michelle

Un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *