Hay una etapa en la vida del ser humano donde nos toca llorar de desilusión porque nos han roto el corazón por una relación que era linda solo para nosotros y que por eso mismo terminó. En el peor de los casos esa linda relación nunca inicia, no somos correspondidos. Otra circunstancia tan frustrante es estar en la relación conocida en el medio cristiano como yugo desigual; un amor correspondido, todo parece perfecto pero no compartimos la misma fe y eso es suficiente para que esa historia de amor no llegue a “y vivieron muy felices por siempre”.
¿Por qué no es tan sencillo como: “…sean fructíferos y multiplíquense”? todo sería tan práctico como decirle a la chica que nos gusta: “ven y obedezcamos al Señor cumpliendo. Génesis 1:28”.
Una de las primeras lecciones del evangelio de Jesús es que después de creer en Él es indispensable el arrepentimiento, el apóstol Pablo lo enseña diciendo:
“No se conformen a este mundo, a cambio debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente para que comprueben cual es la buena voluntad de Dios…”. Romanos 12:2
Entonces identifiquemos lo que hay en nuestra mente que ha sido enseñado por este mundo. La industria del cine, principalmente Disney, nos ha hecho desear el amor a primera vista. Dos personas que sin esfuerzo son tan maravillosas que se atraen el uno al otro y que al estar juntos brillan aun más. La realidad difiere tanto con este amor ideal, que es fácil saber que no todos los sapos al ser besado se convierten en príncipes. ¡Oh! Me dejé engañar al creer que yo podría ser un príncipe.
En mi experiencia personal fui besado por una princesa. ¡qué experiencia tan fantástica! experimenté sentimientos tan profundos y nuevos, la vida se torno con matices más vivos, …pero no me quedé con la princesa. En el momento del rompimiento con todo mi corazón confíe que si ella era para mí, Dios haría que nos volviéramos a encontrar, ahora solo espero que este tiempo transcurrido ella lo haya disfrutado al máximo.
El resultado de que el mundo nos ha enseñado mal es: hombres y mujeres en una mala relación con la soledad. Mientras que los que logran tener esa relación maravillosa con el transcurrir del tiempo se desencantan y recurren a la traición o el divorcio.
Entonces replanteemos la enseñanza bíblica:
El amor no es un sentimiento; es una decisión. ¿Te has preguntado por qué Dios sigue amándote a pesar de conocer todas tus fallas y debilidades? Queda más que claro que no es por nuestro encanto que Él nos ama. En Óseas 14:4 vemos como Dios decide amarnos: “…Los amaré de pura gracia”; gracia significa regalo. Dios por su decisión nos regala su amor. Pero recordemos que Él como buen padre le enseña a sus hijos a actuar igual que Él. Los dos primeros mandamientos de los Diez Mandamientos inicia con “amarás…” nunca se habló de sentir amor. Entonces si llega el día en que no sentimos amor es el momento de decidir amar.
¿Sabes cómo termina el libro de Números? ¿Una historia de amor? o ¿una historia fantástica llena de romance? Si Dios dirige una historia de amor entre dos personas ¿No se supondría que debería estar llena de romance, ilusión y amor?
El capítulo 36 de Números gira alrededor de la ley sobre la herencia, dicha ley ordenaba que sólo los hijos varones podían recibir herencia. Esa era la manera de garantizar que el territorio de cada tribu no fuera alterado. Los hijos varones eran los responsables de perpetuar el nombre de su padre y conservar el territorio de la tribu a la que pertenecían. Las hijas recibirían bienes a través de sus esposos sin importar la tribu a la que ellos pertenecieran. Pero surgió el caso de Zelofehad quien murió sin haber tenido hijos varones, solamente hijas mujeres, quienes fueron ante Moisés a reclamar la herencia de su padre para que el nombre de él no desapareciera. Moisés consulto a Jehová y Dios le respondió que heredarían de su padre y que podían casarse con quien quisieran siempre y cuando pertenecieran a las misma tribu de su padre. Ellas aceptaron y lo hicieron así.
Dios no solo les había prohibido casarse con gente que no fuera de su pueblo sino que ahora únicamente podían hacerlo con los de su propia tribu.
¿Dónde quedó la frase de que al corazón no se le manda? ¿Será que ninguna de ellas se enamoró de algún hombre de otra tribu?
Santiago 1:24 dice que somos tentados cuando nos dejamos atraer y seducir por nuestros deseos carnales. Muchas veces, ya sabemos lo que no nos conviene y sonreímos solo por curiosidad, al ver que nuestra sonrisa no le fue indiferente entonces le hablamos y paso a paso ya le hemos besado y decimos que al corazón no se le manda pero tuvimos la oportunidad de detenerlo desde el principio pero decidimos no hacerlo.
Otras veces estamos tan desesperados por vivir ese amor y no nos importa con quién. Y olvidamos que hasta en eso debemos agradar a nuestro Señor.
Las hijas de Zelofehad no tuvieron matrimonios por interés, tampoco se fugaron de casa para vivir su amor ni mucho menos recurrieron a la muerte como Romero y Julieta, ellas decidieron amar a la manera de Dios, tuvieron romance, hijos y no perdieron ningún bien.
¿Estas listo para tu historia de amor?